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La segunda consulta birregional centrada en la Confesión de Accra tuvo lugar en Cuba durante el mes de enero. Los participantes de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (AIPRAL) y el Consejo del Área del Caribe y Norteamérica (CANAAC por sus siglas en inglés) se reunieron bajo el tema «Lectura de género sobre las señales de los tiempos.»

«Nuestro territorio geográfico común de América crea un espacio natural para conversar sobre experiencias a nivel histórico, cultural, económico y político que afectan a cada uno,» dijo Yvette Noble Bloomfield de la Iglesia Unida en Jamaica y las Islas Caimán y vicepresidenta de la CMIR en el Caribe y América del Norte. «Aún estando geográficamente cerca, hay una rica diversidad que necesitamos respetar y celebrar.»

La extensión geográfica y la diversidad del continente americano desafiaron a los participantes a contextualizar sus conversaciones. El contexto caribeño bajo el cual se congregaron, y de donde la mayoría de los participantes provenían, fue también una herramienta esencial en las discusiones. Estos contextos reunieron participantes con la capacidad de desarrollar conversaciones coordinadas entre las iglesias del hemisferio sur y norte con temas sobre violencia, dignidad humana y respeto del medio ambiente.

Tanto la Confesión de Accra como la de Belhar, facilitaron un marco desde el que se analizaron diversas reacciones a la violencia. Un pasaje en específico de cada confesión fue particularmente importante:

Now we proclaim with passion that we will commit ourselves, our time and our energy to changing, renewing and restoring the economy and the earth, choosing life, so that we and our descendants might live. (Accra, artículo 42)

La Iglesia, la cual pertenece a Dios, debe ubicarse donde el Señor se ubica, es decir, en contra de la injusticia y con el agraviado; que la iglesia, como seguidora de Cristo, debe testificar en contra de todos los poderosos y privilegiados, quienes egoístamente buscan sus propios intereses y así controlan y dañan a otros. Por tanto rechazamos cualquier ideología que desee legitimar formas de injusticia y cualquier doctrina que no esté dispuesta a oponerse a dicha ideología en nombre del evangelio. Creemos que la iglesia, por obediencia a Jesucristo, su única cabeza, ha sido llamada a confesar y a llevar a cabo todas estas cosas, aunque las autoridades y las leyes humana se le opongan y aunque como consecuencias de ello se sufra castigos y padecimientos. (Belhar, conclusión del artículo 4 y comienzo del artículo 5)

El proceso del discernimiento de la consulta se enfocó con mayor detenimiento en seis perspectivas que fueron desarrolladas a través de estudios bíblicos, lecturas y aprendizajes.

  1. Estudios de género como instrumento de empoderamiento y equidad
  2. La realidad de la discriminación basándose en la raza y el origen
  3. Discriminación basada en el estatus económico, la pobreza y la creciente diferencia entre ricos y el resto de la población
  4. Correlación entre la pobreza, el racismo y la subestima hacia de las mujeres
  5. Manifestaciones de violencia, especialmente en las vidas de mujeres, niños y aquellos que han sido privados del derecho a votar
  6. Acciones para proteger y reconstruir el medio ambiente.

«La Iglesia tiene que aceptar que históricamente, como institución, fue cómplice y partícipe de la marginalización de personas,» dijo Bloomfield. «La Iglesia, desafortunadamente, también ayudó a que se cometieran atrocidades al permanecer en silencio por tanto tiempo. Ahora la Iglesia debe tratar de educar y empoderar personas que se conviertan en defensoras del cambio y la transformación.»

Con tal fin, la consulta «tuvo como resultados planes y compromisos concretos que mejorarán nuestro trabajo tanto en los consejos regionales como de manera global,» dijo Dora Arce Valentín, secretaria ejecutiva de justicia y participación de la CMIR.

La declaración final resumió el trabajo de los participantes y también hace un llamado a la acción:

Somos llamados a una misión por la justicia de incidencia pública que denuncie las injusticias y que genere acciones justas y equitativas, que formule alternativas de relacionamiento, y que camine junto con el pueblo en pro de la paz. Somos llamados a denunciar la manera en que los medios de comunicación continúan creando imágenes que fomentan la discriminación y la cosificación de las personas. Para esto es necesario un liderato pastoral y laico que afirme los distintivos de la fe y misión reformadas, y que esté consiente de y comprometido con estos proyectos en incidencia local, nacional y regional.

La declaración final también pidió que la CMIR «afirme que la unidad esencial de la familia Cristiana Reformada a través del esfuerzo en conjunto en pro de la paz, la solidaridad, la dignidad humana y la implementación de justicia a lo largo de nuestros continentes y el mundo.»

«Hemos sido llamados para ser la sal y la luz del mundo y ese llamado implica compromiso y responsabilidades con la comunidad que nos rodea,» dijo Arce Valentín. «Si no actuamos para hacer la diferencia en el mundo que tanto ama Dios, sólo seremos gente reunida en edificios llamados iglesias.»