Busquen la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. —Hebreos 12:14
La Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) expresa su profunda preocupación por las recientes hostilidades entre Israel y Palestina, que ya han dejado muchas personas asesinadas y aún más personas heridas en ambos lados del conflicto.
Convocamos a nuestras iglesias miembros a solidarizarse con todas las personas que están sufriendo la devastación de la guerra y pedimos a la comunidad internacional que trabaje por la justicia en la región para que alcanzar una posibilidad de paz concreta y duradera.
Reconocemos que la situación actual en Tierra Santa se inscribe en un contexto histórico enraizado en una compleja historia de imperialismo, colonialismo, antisemitismo e islamofobia.
Entendemos que la esencia del conflicto es política y no religiosa, y que la comunidad internacional se encuentra implicada en lo que está ocurriendo en la actualidad. La comunidad internacional debe actuar para resolver el conflicto, y tanto Israel como Palestina deben ajustarse a los acuerdos internacionales y de las Naciones Unidas. El cese de la guerra es el primer paso hacia la paz en la región.
Pedimos que se ponga fin a la militarización y al suministro de armas a todas las partes en este conflicto.
Pedimos la liberación inmediata de todas las personas tomadas como rehenes y de las que están en prisión por casusas políticas, especialmente pedimos la liberación de las niñas y de los niños.
Pedimos la eliminación de los muros – tanto literales como metafóricos -, el restablecimiento del derecho a la libertad de circulación y el derecho de acceso a Gaza, en particular el acceso de la ayuda humanitaria a todas las zonas afectadas.
Aunque reconocemos las raíces políticas de la crisis, no podemos desconocer, al mismo tiempo, la participación de las comunidades religiosas, tanto a nivel local como global. Tierra Santa es sagrada para tres de las religiones del mundo. Estas tres no sólo comparten una geografía común, sino también relatos comunes y un común denominador en las Escrituras. A la luz de estos elementos compartidos, instamos a las comunidades religiosas de todo el mundo a colocar nuestra humanidad común por encima de todo aquello que nos diferencia y a trabajar de manera conjunta por la justicia y por la paz.
Reconocemos que, desde nuestro lugar como personas cristianas, con nuestras concepciones teológicas y nuestros prejuicios, tanto históricos como actuales, hemos dado legitimidad a la opresión y a la discriminación en la región. Convocamos a nuestras iglesias miembros para que reconsideren aquellas teologías que defienden la discriminación y la violencia y a que busquen, en su lugar, aquellas que se esfuercen por la justicia y que defiendan los derechos humanos.
Invitamos especialmente a nuestros miembros y a la comunidad ecuménica para que escuchen las voces de los cristianos y las cristianas en Palestina mientras disciernen e inciden por la justicia y por la paz en la región.
Imagen: Una sección del muro que separa Belén de Jerusalén (Albin Hillert/Life on Earth).