«La economía imperial está diseñada para mantener a la gente saciada, para que no se dé cuenta. Su política tiene como objetivo acallar los gritos de los marginados. Su religión es un opio para que nadie perciba la miseria que habita en el corazón de Dios». — Walter Brueggemann
La voz de Walter Brueggemann ha resonado durante mucho tiempo en púlpitos, aulas y tranquilos rincones de estudio de todo el mundo, una voz a partes iguales profeta y poeta, pastor y provocador. Hoy, la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas se une a innumerables personas para honrar a esta figura destacada de los estudios bíblicos, cuyas palabras siguen conmoviendo el alma de la iglesia.
Walter Brueggemann, ministro ordenado de la Iglesia Unida de Cristo, miembro de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), fallecido el 5 de junio de 2025 a la edad de 92 años, fue más que un erudito; fue un testigo profético de un mundo en colapso y una visión de una nueva vida más allá de ese colapso. Su obra desafió a la Iglesia a afrontar duras realidades: el fracaso de las viejas certezas, la desintegración de los imperios y la urgente llamada al amor al prójimo en medio de la injusticia económica y social.
Los escritos de Brueggemann resuenan con la misma urgencia que los profetas bíblicos que lloraron la caída de Jerusalén, pero imaginaron un mundo renovado por la justicia y la esperanza. Hablaba de un «colapso, o al menos de que nosotros, en Occidente, nos enfrentamos al colapso tras el fracaso de las viejas certezas, los viejos privilegios y los viejos patrones de dominación». Sin embargo, dentro de este colapso, veía el surgimiento de una nueva visión: un llamamiento a «amar al prójimo… con acciones políticas concretas» y a resistir a los «dioses de la economía que quieren borrar la cuestión del prójimo en aras de la riqueza y la dominación de unos pocos».
Su imaginación profética estaba profundamente arraigada en las Escrituras, en particular en los textos de Isaías y Nehemías. Estos textos, nos recordó, muestran un camino a través del colapso hacia la visión, de la disputa a la acción: «¡Colapso, visión, disputa, acción! Y todo se trata del prójimo, aquellos en el segundo gran mandamiento». Esta secuencia no era meramente académica, sino una llamada a la iglesia a promulgar la justicia de manera concreta: rompiendo las cadenas de la deuda, restaurando la dignidad y practicando la vecindad como un acto público de fe.
Brueggemann entendía que la tarea de la iglesia es la resistencia: «Nuestra tarea es ser diferentes debido a nuestro bautismo. Nuestra tarea es la resistencia, como siempre ha sido la resistencia. Nuestra tarea es el compromiso crítico que expone la religión dulce, piadosa y privada como la sirvienta de una economía abusiva». Su llamamiento era claro: ayunar «por los hambrientos, los pobres, los sin techo, los desnudos», un ayuno «impulsado por el amor abnegado de Dios y que nos invita a entregarnos como lo hizo Aquel que se hizo obediente hasta la muerte».
Nacido en 1933 en Tilden, Nebraska, el recorrido teológico de Brueggemann estuvo marcado por un profundo rigor académico y una gran sensibilidad pastoral. Ocupó cátedras en los seminarios teológicos Eden y Columbia y siguió siendo un fiel predicador y maestro hasta sus últimos días. Sin embargo, su mayor legado puede ser la forma en que sus palabras inspiraron a generaciones a ver más allá de la desesperación y a imaginar, con valentía, un mundo renovado por la justicia de Dios.
Reflexionando sobre su vida y su testimonio, el reverendo Dr. Setri Nyomi, secretario general de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, dijo: «La voz de Walter Brueggemann ha sido un faro de claridad bíblica y valentía profética para la familia reformada mundial. Su profundo compromiso con la justicia, su brillantez teológica y su esperanza sin complejos han alimentado la conciencia de la iglesia».
Al recordar a Walter Brueggemann, escuchamos de nuevo la llamada del evangelio: «Ama a Dios con todo tu corazón… y ama a tu prójimo». No se trata de ideales abstractos, sino de «una determinación firme que se mueve en el mundo». En una época de colapso e incertidumbre, su voz profética sigue siendo una guía y un desafío: pasar del lamento a la visión, de la disputa a la acción fiel, rompiendo cadenas, restaurando la buena vecindad y encarnando la justicia de Dios en el mundo.
Damos gracias por su vida. Seguimos escuchando sus palabras.
Nota: Todas las citas de Walter Brueggemann que aparecen en este artículo proceden de su conferencia pronunciada en el Consejo General de la Alianza Reformada Mundial celebrado en Debrecen en 1997.
(Traducción realizada por DeepL)