La República Democrática del Congo (RDC) lleva décadas plagada de conflictos recurrentes, alimentados por complejos intereses geopolíticos y económicos. El conflicto actual tiene sus raíces en las secuelas del genocidio de Ruanda de 1994, que provocó una afluencia de refugiados y grupos armados al este del Congo. Desde entonces, la región se ha visto envuelta en ciclos de violencia en los que han participado múltiples facciones armadas, intervenciones extranjeras y luchas por los vastos recursos minerales del país. Según las Naciones Unidas, más de 6 millones de personas han muerto como consecuencia del conflicto en curso, y más de 7,3 millones de personas están actualmente desplazadas, lo que lo convierte en una de las crisis humanitarias más graves del mundo (Amnistía Internacional, 2024; ACNUR, 2023).
Para comprender mejor las causas de esta violencia, sus consecuencias y el papel de la Iglesia en la promoción de la paz y la reconciliación, hablamos con el reverendo Isaac Kalonji.
El reverendo Kalonji identifica varios factores clave que impulsan la violencia persistente en la República Democrática del Congo. «La visión expansionista de Paul Kagame ha desempeñado un papel importante en la desestabilización de nuestra nación», explica, alegando que las ambiciones políticas de Ruanda han alimentado los conflictos en curso en el este del país. Además, señala «el saqueo de los recursos minerales del Congo por parte de empresas multinacionales, facilitado a través de Ruanda», lo que exacerba la inestabilidad. Además, destaca «la fragilidad política en Kinshasa, la inacción de la comunidad internacional y las disputas territoriales interétnicas» como factores que contribuyen a agravar la crisis.
El coste humano del conflicto es asombroso. «Estas guerras traen consigo una violencia indescriptible: violaciones, masacres e incluso genocidio», se lamenta el reverendo Kalonji. «Ante tal destrucción, la gente no tiene más remedio que huir, dejando sus hogares sin saber dónde acabarán. Algunos se trasladan dentro del país, mientras que otros cruzan las fronteras en busca de refugio». La crisis ha provocado un desplazamiento interno masivo y un aumento de la población de refugiados, lo que ha agravado el sufrimiento de millones de personas.
A pesar de estos abrumadores desafíos, la Iglesia ha tomado medidas importantes para mediar en los conflictos y fomentar la paz. «La Iglesia participa activamente en el diálogo, la reconciliación y la defensa, tanto a nivel local como internacional», afirma el reverendo Kalonji. Además, proporciona apoyo humanitario, asegurando que los bienes esenciales lleguen a quienes más los necesitan. «El 4 de febrero de 2025, líderes religiosos católicos y protestantes se reunieron con el presidente congoleño para fomentar el diálogo y la reconciliación», recuerda, ilustrando el compromiso de la Iglesia de fomentar la paz en los más altos niveles de gobierno.
Una iniciativa clave reciente para la paz es el «Pacto social para la paz y la buena convivencia en la República Democrática del Congo y la región de los Grandes Lagos», una colaboración entre la Iglesia de Cristo en el Congo, que representa a más de 60 confesiones protestantes, y la Iglesia católica. Este esfuerzo se produce en medio de un conflicto renovado en el este de la República Democrática del Congo, en particular con el resurgimiento del grupo rebelde M23, presuntamente respaldado por Ruanda, que ha provocado desplazamientos generalizados en Kivu del Norte. Con más de 6 millones de muertos y 7,3 millones de desplazados desde 1998, los líderes de la iglesia se están uniendo ahora por la paz a través de la tradición africana del diálogo, utilizando los valores de Bumuntu (Ubuntu) para fomentar la unidad. Su estrategia incluye talleres que contribuirán a una carta nacional de la paz.
Sin embargo, el camino hacia la paz está lleno de obstáculos. «Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos es la falta de sinceridad entre las partes en conflicto», señala el reverendo Kalonji. «Además, Ruanda y sus aliados no muestran intención alguna de retirarse del Congo, y las corporaciones multinacionales continúan su implacable persecución de nuestra riqueza mineral». Estas cuestiones dificultan el logro de una estabilidad duradera en la región.
Cuando se le pregunta sobre las acciones necesarias para resolver la crisis, el reverendo Kalonji es claro: «Los gobiernos y las organizaciones internacionales deben fomentar el diálogo, promover la reconciliación y presionar a Paul Kagame para que retire sus tropas del territorio congoleño». También insiste en la necesidad de «prohibir el comercio ilícito de minerales del Congo, que alimenta la violencia actual».
La comunidad cristiana mundial tiene un papel fundamental que desempeñar en el apoyo a los esfuerzos de paz en África. «La Comunión Mundial de Iglesias Reformadas y otras organizaciones cristianas deben ayudar a las iglesias locales de la región de los Grandes Lagos proporcionando formación, concienciando y fomentando la capacidad en materia de consolidación de la paz, mediación y defensa de los derechos», insta el reverendo Kalonji. Cree que, con el apoyo adecuado, las iglesias pueden ser poderosos agentes de cambio, aportando esperanza y estabilidad a las comunidades afectadas.
En última instancia, el compromiso de las iglesias de la región de los Grandes Lagos es crucial para construir un futuro más estable y pacífico en la República Democrática del Congo. «La solidaridad internacional y la acción concertada son más necesarias que nunca para hacer realidad una paz duradera», concluye el reverendo Kalonji, haciendo hincapié en la urgente necesidad de realizar esfuerzos colectivos para poner fin al sufrimiento del pueblo congoleño. (Traducción realizada con la herramienta DeepL.)