Septemmy E. Lakawa pronunció un discurso inquebrantable en la Consulta Accra+20, en el que mezcló la experiencia personal, la crítica histórica y la reflexión teológica. Bajo el título Racismo como P.S. y un «pequeño hipo», la presentación de Lakawa entrelazó sus propias experiencias vividas con un incisivo análisis histórico, dejando al descubierto las persistentes cicatrices del colonialismo y el racismo. Como teóloga feminista indonesia, las palabras de Lakawa transmitieron una honestidad inquebrantable y un firme compromiso con la justicia, y desafiaron a su público a enfrentarse a las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad y la exclusión.
Lakawa empezó reflexionando sobre las estrategias históricas de alteración y racismo empleadas por las potencias coloniales para imponer su dominio. Citando las conmovedoras palabras de Lucille Clifton – «Me piden que recuerde, pero quieren que recuerde sus recuerdos y yo sigo recordando los míos»-, Lakawa subrayó la importancia de resistirse a la supresión y reivindicar los relatos que han sido sistemáticamente silenciados. Su crítica fue más allá del análisis histórico para revelar cómo el legado colonial sigue conformando los sistemas de poder actuales, sobre todo en espacios como la teología, donde aún perduran nociones de jerarquía y superioridad raciales. jerarquía y superioridad raciales.
Una experiencia profundamente personal en una universidad de Ámsterdam cristalizó estas reflexiones sobre el colonialismo y el racismo. Invitada a dar una conferencia titulada «Racismo antiasiático en los Países Bajos», Lakawa fue objeto de una serie de indignidades que pusieron de manifiesto la profunda insensibilidad de la institución anfitriona. Estas actitudes despectivas culminaron en un correo electrónico tardío del director del programa, que se refirió a su terrible experiencia como un «pequeño contratiempo». El relato de Lakawa de esta experiencia ilustra cómo el racismo, los prejuicios de género y la arrogancia institucional se entrecruzan incluso en los espacios académicos más progresistas.
Para Lakawa, este encuentro personal no fue una mera queja por el mal trato recibido, sino una oportunidad para criticar las estructuras más profundas en juego. Examinó la teología colonial en la que se basan estas actitudes despectivas, remontándose a la explotación de Indonesia durante el dominio colonial holandés. Según ella, esta arrogancia masculinista y racializada sigue manifestándose en los espacios teológicos y académicos actuales. Su experiencia, por tanto, se convirtió en un estudio de caso sobre cómo la teología a menudo no encarna sus propios principios de justicia, prosperidad y compasión.
Lakawa también exploró el concepto de Capitaloceno, un término que sitúa la destrucción medioambiental dentro de la larga historia del capitalismo y el colonialismo. Destacó cómo el capitalismo racial sigue explotando a las comunidades marginadas, en particular a las mujeres, que son las más afectadas por las crisis ecológicas y económicas. Lakawa subrayó la importancia de centrarse en las experiencias de los pueblos indígenas y la gente de color a la hora de debatir cuestiones globales como el cambio climático. Sostuvo que la explotación de la mano de obra y de la naturaleza -el «abaratamiento» de ambas- sigue siendo una característica esencial del capitalismo racial, con consecuencias devastadoras para las comunidades ya de por sí vulnerables a la opresión.
Las historias de las mujeres papúes ilustraron con crudeza estas injusticias entrelazadas. Lakawa compartió el desgarrador testimonio de madres que se negaron a dar a luz, sabiendo que sus hijos serían víctimas de la violencia y la muerte sistémica. Esta negativa, sugirió, no es sólo un rechazo a la vida, sino un acto de resistencia contra las fuerzas que pretenden destruir su comunidad. Del mismo modo, la sustitución forzosa del sagú, el alimento básico de Papúa, por el arroz es un ejemplo del borrado cultural y la explotación ecológica forjados por los sistemas colonial y capitalista. Para Lakawa, estas historias no son simples relatos de sufrimiento, sino actos de rebeldía que desafían a los sistemas de poder que pretenden dominar y borrar a las comunidades marginadas.
El discurso de Lakawa también planteó un reto teológico, instando a los teólogos a reconsiderar su papel en la perpetuación de la injusticia. Invocó la teología Minjung como un camino a seguir, proponiendo una teología que responda al sufrimiento eco-humano de forma justa, sostenible y que afirme la vida. Lakawa instó a los teólogos a desmantelar las «brechas» que la teología pretende salvar, cuestionando quién se beneficia realmente de estas brechas y quién queda al margen.
En sus reflexiones finales, Lakawa hizo hincapié en la interconexión del florecimiento humano y ecológico, inspirándose en el llamamiento de Sharon Bong en favor de un modo de vida más sostenible y justo. Su presentación no fue sólo una crítica de los errores del pasado, sino una hoja de ruta para un futuro en el que converjan la teología, la ecología y la justicia. Lakawa instó a su audiencia a «desencriptar» los enredos de raza, género, ecología y economía, y a ir más allá del mero reconocimiento del daño para crear un cambio significativo. Las palabras de Lakawa fueron un recordatorio de que la búsqueda de la justicia requiere algo más que retórica: exige el valor de enfrentarse a verdades incómodas, la humildad de escuchar las voces marginadas y el compromiso de actuar con integridad. Traducción realizada por DeepL